10 Grado: Taller 3-Primer Periodo

Ética – Habilidades Para la vida (Empatía). Taller 3
10 Grado- I.E. María Montessori
Semana 16- 11/06/2020
Docente: Ada Yascual
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Indicaciones:
1. Lea el texto
2. Resuelva las preguntas de la actividad teniendo en cuenta el siguiente texto.
3. Envíe la actividad al correo: ayascual@gmail.com. Recuerde colocar su nombre y el grupo.

HABILIDADES PARA LA VIDA
Las habilidades para la vida son un conjunto de comportamientos que facilitan las relaciones interpersonales. Estas habilidades son aprendidas y se fortalecen a medida que se practican en la vida cotidiana, sirven para defender nuestros derechos, nos evita la ansiedad en diferentes situaciones, nos permite expresar nuestros sentimientos y resolver problemas.

Habilidad para la Vida N°1 Empatía

“Hay una historia detrás de cada persona. Hay una razón por la cual son como son. Piensa en eso antes de juzgar a alguien”
“Ponte en mi lugar”. Es una petición que nos resulta familiar. Acaso la frase proceda de los indios Sioux, que decían que jamás juzgues a otro hasta haber andado durante dos semanas con sus mocasines. Lo decimos habitualmente cuando alguien no comprende lo que sentimos y queremos que se identifique con nosotros, pues esto parece darnos tranquilidad de que no nos encontramos solos para enfrentarnos a nuestros problemas. En otras palabras necesitamos su empatía.
El diccionario define la empatía como participación afectiva en las ideas y sentimientos ajenos. Es una cualidad humana muy especial que nos permite salir de nosotros mismos e intentar comprender a otra persona desde el interior. A menudo no son necesarias las palabras. Los sentimientos se transmiten incluso cuando carecemos de la habilidad necesaria para describirlos.
Un cuento de Grimm muestra, de forma conmovedora, cuán importante puede ser la empatía, o su carencia. Muchos recordarán El rincón del abuelo, la historia de un anciano que vive con su hijo y la mujer de su hijo. El padre está casi ciego y sordo y le es difícil comer sin tirar la comida. De vez en cuando se le cae un plato y se le rompe. Al hijo y su mujer les repugna aquello, por lo que le han relegado a comer en un rincón detrás del fogón. Además le dan una escudilla de madera para que no la rompa.
Cierto día, el nieto, trabaja absorto un trozo de madera. Al preguntarle su padre qué estaba haciendo, el niño responde  ”Hago una escudilla para que tú comas cuando seas viejo”. A partir de aquel momento, el abuelo se sentó de nuevo a la mesa con la familia y nadie volvió a decir una palabra de queja.
Pensar: “Yo también me encontraré así algún día” es una espléndida enseñanza de empatía. Desde luego todos nosotros podemos prever una época cuando nuestras necesidades sean diferentes y podamos necesitar algo más de afecto y compasión. De todas las cualidades humanas que nos hacen sentir vinculados unos con otros, creo que la que más nos acerca es la capacidad de empatía.
Todos hemos conocido, de una u otra forma, el rechazo y el fracaso, cuya experiencia nos capacita para comprender mucho mejor la desesperación o la decepción de otros.  Esta fortaleza que nos confiere la adversidad es uno de los componentes de la empatía. No solo aprendemos a sentir con los demás, sino que nos hallamos menos inclinados a juzgarlos.
Uno de los ejemplos más importantes de empatía que jamás haya oído lo ofrece George Orwell al escribir sus experiencias durante la guerra civil española, Such Were the Days. Durante una batalla, mientras apuntaba con su arma a un soldado del otro bando que había sido sorprendido con los pantalones caídos, literalmente hablando. Orwell, al verlo en una posición tan vulnerable se sintió incapaz de apretar el gatillo. De repente el enemigo se le mostraba excesivamente humano.
Acaso de vez en cuando sería conveniente que, antes de hablar o hacer algo, nos detuviéramos y nos preguntásemos: “cómo me sentiría si esto me lo dijeran o me lo hicieran a mí”
¿Cuándo fue la última vez que os felicitaron por algo? Recientemente hable con una madre de siete hijos, la cual me dijo que llevaba más de cinco años sin oir la palabra gracias.
He comprobado que a menudo la gente se siente incómoda cuando se le hace un cumplido. Se muestran suspicaces y adoptan una expresión de: Qué andará buscando?
¡Qué conjunto tan bonito!-digo
-Bah, es ya muy viejo- me contestan- hace años que lo tengo.
Resulta difícil de comprender que alguien lleve cosas viejas que tiene desde hace años, a menos que le gusten lo bastante para dejarse ver con ellas. Una respuesta más normal habría sido:
- Muchas gracias. También a mí me gusta.
Es comprensible que viviendo en una sociedad en la que nos sentimos incómodos diciendo cumplidos, no estamos preparados tampoco para recibirlos. Sin embargo, la mayoría de nosotros necesitamos que nos halaguen de vez en cuando. Las frases amables son una expresión de afirmación, que necesitamos, de que se nos ve y se nos aprueba. Esas experiencias nos hacen sentirnos más completos, alegres y seguros. Después de todo, nada malo hay en desear que nos aprueben. Es un rasgo natural del ser humano. Si no deseamos agradar, por qué nos pasamos horas aseándonos, acicalándonos, poniéndonos desodorante, eligiendo cuidadosamente nuestros vestidos y peinados?

ACTIVIDAD
1. Escribe una situación difícil de algún joven, como se sentiría.
2. Qué sientes ante esa situación y como la solucionarías tú.
3. Podemos sentir empatía por los animales y la naturaleza.
Qué sentirías si fueras un perro maltratado.
4. Explica la frase atribuida a los indios Sioux
5. Qué mensaje nos deja el cuento “El rincón del abuelo
6. Qué te enseña sobre los halagos.

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